007 Aventuras en Hogsmeade
La aventura en Hogsmeade estaba a punto de comenzar
Íryan miró a Bruna con una mezcla de emoción y nerviosismo. La estatua de la maga tuerta les observaba desde su pedestal, como si guardara los secretos de los pasadizos que se extendían bajo sus pies.
- Íryan: “¿Estás segura de que este es el camino?” preguntó Íryan, su voz apenas un susurro en la penumbra del corredor.
- Bruna asintió, su varita iluminando el rostro decidido de su amiga de Gryffindor. “Lo leí en el Mapa del Merodeador que nos enseño Harrry. Detrás de esta estatua, hay un pasadizo que nos llevará directamente a Hogsmeade.”
- Íryan: “¡Pero solo los de tercer año pueden ir!” protestó Íryan, aunque la idea de una aventura secreta la llenaba de una emoción que no podía negar.
- Bruna: “Por eso Atenea nos ayudará,” dijo Bruna, señalando a la figura que se acercaba por el corredor. Atenea, con su cabello rojo fuego y una sonrisa traviesa, se unió a ellas.
- Atenea: “¿Listas para parecer un poco más mayores?” preguntó Atenea, sacando de su túnica un pequeño frasco. “Un poco de polvo de envejecimiento y nadie dudará de que somos estudiantes de tercer año.”
Las tres amigas intercambiaron miradas cómplices antes de dirigirse a la estatua. Con un hechizo bien pronunciado y un empujón conjunto, la estatua se movió, revelando la entrada al pasadizo.
Las tres jóvenes magas se adentraron en el oscuro pasadizo, sus corazones latiendo al unísono con la promesa de la aventura. La luz de las varitas de Íryan y Bruna se entrelazaba, creando un camino iluminado en la oscuridad. Atenea, siempre la más audaz, lideraba el grupo con paso firme y una sonrisa que desafiaba cualquier peligro.
- Atenea: “Recuerden, chicas, una vez que lleguemos a Hogsmeade, debemos actuar con naturalidad,” instruyó Atenea, su voz resonando contra las antiguas piedras del túnel.
- Íryan asintió, repasando mentalmente las historias que había escuchado sobre las tiendas mágicas y los bares encantados del pueblo. “No puedo esperar para ver Zonko’s y Honeydukes,” dijo, su voz llena de anhelo.
- Bruna, con su mente siempre ávida de conocimiento, añadió, “Y no olvidemos visitar la librería de segunda mano. Dicen que puedes encontrar verdaderos tesoros entre esos viejos pergaminos y libros.”
El pasadizo parecía extenderse eternamente, pero finalmente llegaron a una escalera de piedra que ascendía hacia una trampilla oculta. Con un empujón, la trampilla se abrió, y las tres amigas emergieron en una calle lateral de Hogsmeade, justo detrás de la tienda de dulces más famosa del mundo mágico.
El aire fresco de la tarde les recibió con los aromas de chocolate y caramelo, y las risas y charlas de los magos y brujas llenaban el ambiente. Las calles estaban llenas de estudiantes y habitantes del pueblo, todos disfrutando de la libertad y la magia que Hogsmeade ofrecía.Mientras se mezclaban con la multitud, una figura pequeña y encorvada llamó su atención. Un joven elfo, con grandes ojos expresivos y orejas puntiagudas, se les acercó con una reverencia.
- Filo:“Mi nombre es Filo, y conozco todos los secretos de Hogsmeade. “¿Puedo ser de ayuda, jóvenes brujas?” preguntó el elfo con una voz aguda pero amable.
- Atenea, siempre rápida para hacer amigos, respondió con entusiasmo. “¡Sí! Estamos aquí en una aventura y cualquier ayuda sería maravillosa.”
- Filo: Veo que sois jóvenes y valientes, pero también que necesitáis guía. Os puedo ofrecer mi ayuda para navegar los secretos de Hogsmeade.
- Íryan: Eso sería maravilloso, Filo. Pero, ¿qué pides a cambio? No queremos que te sientas obligado.
- Filo: No deseo oro ni tesoros, pero he oído hablar de una poción que puede hacer que uno parezca más adulto, y no se por que,...., creo que me podríais ayudar. Un poco de ese polvo de envejecimiento sería un pago justo para mí.
- Bruna: ¿El polvo de envejecimiento? Pero eso es para nuestro plan de parecer mayores…
- Atenea: (interrumpiendo) Espera, Bruna. Filo, ¿por qué querrías el polvo de envejecimiento?
- Filo: No es para mí, sino para un amigo que desea ver el mundo desde la perspectiva de un mayor. Es un deseo simple, pero significativo para él.
- Íryan: Entiendo. Creo que podemos compartir un poco de nuestro polvo contigo. Después de todo, la amistad y la ayuda no tienen precio.
- Atenea: (asintiendo) Estamos de acuerdo. Te daremos algo de polvo de envejecimiento a cambio de tu ayuda. ¿Es eso aceptable para ti, Filo?
- Filo: (con una reverencia) Es un trato justo y honorable. Con mi ayuda, vuestra aventura será segura y llena de descubrimientos. Y yo cumpliré el deseo de mi amigo.
- Bruna: (sonriendo) Entonces, ¡tenemos un acuerdo!
- Filo: El elfo asintió, una sonrisa astuta formándose en su rostro arrugado. "Síganme, y les mostraré un mundo que nunca olvidarán.”
Con Filo a la cabeza, las jóvenes magas se adentraron en las calles adoquinadas de Hogsmeade. La tarde caía, y las luces de las tiendas comenzaban a brillar como luciérnagas en la creciente oscuridad. El elfo las llevó primero a Zonko’s, donde las estanterías estaban llenas de bromas y trucos mágicos que prometían horas de diversión y risas.
- Íryan: “Esto es perfecto para la próxima broma a los Slytherin,” dijo Íryan, con una sonrisa pícara, mientras examinaba una caja de Bombas Fétidas.
- Bruna, por su parte, se maravillaba con un conjunto de Pergaminos Parlantes. “Imagina las posibilidades para las notas de clase,” comentó, sus ojos azules brillando con la perspectiva de compartir conocimiento de una manera tan única.
- Atenea, siempre en busca de emociones fuertes, se dirigió hacia un estante que contenía Dulces de Escalofríos. “¿Quién se atreve a probar uno?” desafió, ofreciendo la caja a sus amigas.
Después de reír y jugar con las maravillas de Zonko’s, Filo les guió a través de las calles hasta llegar a Honeydukes. El aroma dulce y embriagador del chocolate les envolvió al entrar, y las tres amigas se perdieron entre los montones de Caramelos de Limón Explosivos y Varitas de Regaliz.
- Íryan: “¡No podemos irnos sin probar los Fizzing Whizzbees!” exclamó Íryan, tomando un puñado de los dulces que prometían hacerlas flotar.
Mientras saboreaban sus golosinas, una figura encapuchada pasó junto a ellas, repartiendo un pequeño pergamino enrollado a los transeúntes. Filo, con sus ojos agudos, lo recogió y se lo entregó a Bruna. “Parece que es una invitación para ustedes, señoritas,” dijo el elfo.
- Bruna desenrolló el pergamino y leyó en voz alta. “Les esperamos en la Cabeza de Puerco a las ocho en punto. Tengan cuidado, no todo es lo que parece.”
Las tres amigas intercambiaron miradas intrigadas. ¿Qué misterios les esperaban en la Cabeza de Puerco?
Con la curiosidad picándoles, y con Filo a su lado, se dirigieron hacia el antiguo pub, listas para descubrir qué aventura les esperaba en la noche de Hogsmeade.
Con la noche cayendo sobre Hogsmeade y la promesa de misterio en el aire, Íryan, Bruna y Atenea, acompañadas por Filo, se dirigieron hacia la Cabeza de Puerco. El pub, conocido por su discreción y clientela peculiar, era el lugar perfecto para encuentros clandestinos y conversaciones secretas.
Al entrar, el cálido resplandor de las velas les dio la bienvenida, y un coro de voces susurrantes llenó el espacio. Se abrieron paso entre las sombras hasta una mesa en el rincón más oscuro del local. En ese momento Íryan se percató de que habían perdido de vista a Filo, y descubrió que un grupo de jóvenes brujos lo estaban zarandeando.
- Con un gesto decidido, Íryan se acercó al grupo con la varita en la mano. “Disculpen, pero creo que él no quiere ser parte de sus… juegos,” dijo con firmeza, interponiéndose entre los brujos y el elfo.
Los brujos, sorprendidos por la interrupción, se dispersaron con murmullos de descontento.
- Filo, miró a Íryan con ojos agradecidos. “Muchas gracias, señorita. Los elfos nunca olvidamos un acto de bondad.”
- Atenea y Bruna ofrecieron a Filo un lugar en su mesa. Con una sonrisa tímida, Filo aceptó y, una vez sentados, comenzó a hablar.
- “Filo siempre recuerda a quienes le muestran amabilidad,” dijo el elfo con voz suave. “Y Filo tiene una aventura que podría interesarles, si prometen su amistad a este humilde servidor.”
- Íryan, con curiosidad brillando en sus ojos, asintió. “Nos encantaría ser tus amigas, Filo. ¿Qué aventura tienes en mente?”
- Filo miró a su alrededor antes de continuar. “En las profundidades de Hogsmeade, hay un objeto perdido, un artefacto de gran poder que puede revelar los secretos más ocultos. Filo cree que ustedes, con corazones valientes y mentes claras, podrían recuperarlo.”
- Atenea, emocionada ante la perspectiva de una nueva búsqueda, preguntó:
“¿Por qué nosotras? - Filo sonrió, su expresión era tranquilizadora. “Porque ustedes tienen algo: la inocencia y la audacia de la juventud. Y en cuanto a la confianza, bueno, eso es algo que tendrán que decidir por sí mismas.”
- Bruna, con su sed de aventuras, fue la primera en responder. “Estamos dentro. ¿Cuál es el plan?”
- Filo: sacó un mapa antiguo y lo desplegó sobre la mesa. “El artefacto está oculto en la tienda de antigüedades, bajo un hechizo de ocultación. Pero con mi ayuda y su conocimiento de los encantamientos antiguos, podríamos tener una oportunidad.”
Las tres amigas se miraron, la emoción y la determinación brillaban en sus ojos. Íryan, Bruna, Atenea y Filo, con el mapa en mano, se adentraron en la tienda, cuyos pasillos estaban repletos de objetos que susurraban historias de magia antigua.
- “Debemos ser rápidas y silenciosas,” susurró Íryan, mientras sus ojos buscaban cualquier indicio del hechizo de ocultación.
- Filo, con su conocimiento de los elfos sobre encantamientos, guió a las chicas a través de la tienda. “El artefacto estará protegido no solo por magia, sino también por enigmas,” explicó.
- Atenea, con su varita preparada, asintió. “Estamos listas para cualquier desafío.”
- No pasó mucho tiempo antes de que Bruna, con su aguda percepción, notara un espejo que no reflejaba sus imágenes. “Aquí hay algo extraño,” dijo, señalando el cristal.
- Filo examinó el espejo y sonrió. “Es un espejo de Erised, pero alterado. No muestra deseos, sino verdades.”
Las chicas se turnaron para mirar en el espejo, y cada una vio un reflejo de sí misma sosteniendo un pequeño orbe brillante.
- “Ese debe ser el artefacto,” dedujo Íryan.
Con un hechizo cuidadosamente pronunciado, el espejo se desvaneció, revelando una cámara secreta detrás. Dentro, sobre un pedestal de piedra, descansaba el orbe, emitiendo un suave resplandor.
- “Debemos ser cautelosas,” advirtió Filo. “Este tipo de artefactos a menudo están protegidos por más que simples hechizos.”
Las jóvenes magas se acercaron al orbe, y justo cuando Atenea extendió su mano para tomarlo, una voz retumbó en la habitación. “¿Quién osa perturbar mi descanso?”
Un fantasma, vestido con ropajes de una era pasada, flotaba frente a ellas, sus ojos brillando con una luz sobrenatural. “Soy la Guardiana del Orbe, y debéis demostrar vuestra valía.”
Las chicas intercambiaron miradas decididas. No habían llegado tan lejos para ser detenidas por un espectro. Juntas, enfrentarían la prueba final y descubrirían los secretos que el orbe guardaba.
El fantasma, la Guardiana del Orbe, flotaba ante ellas con una presencia que desafiaba el paso del tiempo. “Para probar vuestra valía,” comenzó con voz etérea, “debéis responder a mi acertijo. Solo entonces, el Orbe de los Secretos os será revelado.”
Las jóvenes magas se miraron, sabiendo que los acertijos de los fantasmas eran tan antiguos como los mismos muros de Hogwarts. Atenea dio un paso adelante, su valentía igualada solo por su ingenio.
- “Estamos listas,” dijo, y el fantasma asintió, comenzando su desafío:
- “En el crepúsculo de la noche, me levanto sin ser llamado, A través de las sombras de la luna, mi camino es siempre halagado. Soy compañero de estrellas, pero nunca veo el sol, ¿Quién soy yo, que desaparezco con la luz del alba?”
Las tres amigas pensaron en silencio, cada una considerando la respuesta. Fue Bruna, con su amor por los libros y los enigmas, quien finalmente habló.
- “La respuesta es la noche,” dijo con confianza.
- El fantasma sonrió, su forma comenzando a desvanecerse. “Correcto. El Orbe es vuestro, jóvenes magas. Usadlo con sabiduría, pues los secretos que revela pueden ser tanto una bendición como una maldición.”
Con la desaparición del fantasma, el Orbe brilló intensamente, invitando a Íryan a tomarlo en sus manos. Al hacerlo, sintió una oleada de energía mágica.
Con el Orbe de los Secretos asegurado, las jóvenes magas se despidieron de Filo, agradeciéndole su guía y sabiduría.
Pero antes de tomar el camino a Hogwarts, y como la noche aún era joven, Íryan, Bruna y Atenea decidieron celebrar su éxito con una visita a Las Tres Escobas, donde las tres amigas brindaron por su amistad y las innumerables aventuras que aún estaban por venir.
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